domingo, 16 de mayo de 2010

Nueva abstracción formal: Deconstructivismo

En oposición al movimiento modernista, a través de las formas contaminadas que socavan los principios elementales de la arquitectura; surge en la época de los 80 la exposición “Arquitectura deconstructivista” en el MOMA dando a conocer las obras, opuestas a la racionalidad ordenada, de arquitectos como Peter Eisenman, Bernard Tschumi, Coop Himelblau, Daniel Libeskind, Zaha Hadid, Frank Ghery y Rem Koolhaas, donde la formalidad y rigidez espacial se quedan fuera y la sensibilidad por la complejidad toman lugar en un conjunto de cortes y segmentaciones.

El nombre de esta corriente se atribuye a las características teóricas y formales del desequilibrio geométrico plasmado en el constructivismo ruso, aunque por otra parte se ve influenciada también por la dialéctica de la presencia, atribuida a la filosofía de la deconstrucción del lenguaje, punto central de la obra del filósofo Jacques Derrida donde rompe con la racionalidad sistemática de la filosofía tradicional quebrantando la jerarquía del lenguaje mediante la posibilidad prioritaria de la escritura sobre el habla que desmiente la idea de que un texto tiene un significado incambiable y unificado.

El deconstructivismo busca transmitir una sensación perturbadora y sorprendente, donde el purismo geométrico del constructivismo ruso se ve replanteado en la presencia y ausencia de las formas, jugando con la flexibilidad de las estructuras sitematizadas y las leyes gravitatorias, atreviéndose a fragmentar los elementos abstractos y formales que permiten comunicar un significado espacial versátil mediante la posibilidad de una múltiple interpretación del lenguaje arquitectónico.

La descomposición de los conceptos en sus componentes y el abandono de la verticalidad a través de la rotación de los cuerpos geométricos generan un caos aparente en el que parece imposible generalizar y sistematizar el espacio. Sin embargo cada elemento es una parte fundamental que va creando una evolución continua, a través de la interconexión de acontecimientos aleatorios que vinculan todo con todo y componen a partir de esto un orden complejo. El purismo y la perfección se ven violados por el elemento perturbador que logra la pérdida del equilibrio en el sistema y desencadena un proceso de caos progresivo hasta alcanzar la bifurcación, donde el sistema, a través de un proceso de retroalimentación positiva, comienza a autoorganizarse para evolucionar en una nueva estructura que comienza a formarse en el momento en el que el individuo deja de intentar mantener el control sobre los sucesos a través del tiempo y el espacio, aceptando la impredecibilidad y lo incontrolable de los sistemas caóticos, optando por la posibilidad de la existencia humana por sí misma, liberándose de conceptos y normas preestablecidas que limitan el pensamiento y la imaginación dando lugar a la formación creativa de ideas y soluciones divergentes.

Este movimiento liberador de las formas modernistas que tiene la capacidad de distorsionar los elementos clásicos y la esencia espacial a través de ángulos y parásitos geométricos, se va separando poco a poco de sus fundamentos teóricos para convertirse en una concepción meramente formal preocupada por el recubrimiento visual, dejando en segundo plano la cuestión funcional, carente de significado social, por lo que ha a sido fuertemente criticada; a pesar de esto, este movimiento de estimulante impredecibilidad, responde una época de caos social, una época contemporánea que se asoma a través de una sociedad fragmentada donde existe la inseguridad de nuestros conocimientos y realidades optando continuamente por la duda de la verdad absoluta que nos orilla a mostrarnos ajenos a toda idea preconcebida culturalmente para dar paso a una vida con opciones abiertas de realización, una existencia que no gire en torno a cosas inexistentes fomentando la pérdida del lugar y dejando a un lado la importancia de nuestra propia historia.