Es una película que nos habla del mundo global e hipecomunicado en el que vivimos, del adelanto en la mejora de la calidad de vida y del retroceso en la formación social, y que mejor ejemplo que Tokio, una de las grandes megápolis a nivel mundial, con el mayor avance tecnológico y desarrollo de infraestrctura, es una ciudad que contiene una sociedad cada vez más fría y deshumanizada, en la que cada persona es uno más, solo forma parte de un sistema social que mejora el rendimiento económico de esa ciudad dejando atrás la importancia de la formación y la autenticidad que deja atrás la calidad de vida creando individuos esclavizados a la accesibilidad de los medios de comunicación que lo alejan cada vez más de la realidad física y que terminan por aislarlo en la monotonía de la realidad virtual.
Termina también por enseñarnos la relatividad de los no lugares, mostrando la posibilidad de un lugar transitorio, la importancia de pertenecer, de tener un valor sentimental para dos personas. En un desenlace brutal, Bob y Charlotte, rodeados por una ciudad consumista hambrienta, una multitud de movimiento constante y un caos aparente, se apropian de ese espacio creando una conexión, haciendo de ese pavimento, de esa locura capitalista realmente un lugar lleno de significado, un lugar sagrado.
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